lunes, 31 de enero de 2011

Desde que voté al socialismo

Desde que voté al socialismo por última vez, resultó elegido, y tuve la sensación de que una parte sustancial del desasosiego habitual que padezco se descosía de mi ánimo, la sociedad mundial, sobretodo la que me asimila como súbdito, la europea; ha recrudecido su Contrato: Ahora el hipotético pacto entre Estado y ciudadanos es un soterrado principio de esclavitud, que con medios innovadores (publicidad, medios de comunicación, tecnología dedicada al entretenimiento, internet, etc.), se nos inculca desde que tenemos un uso mínimo de razón. Aceptamos dócilmente el estado de las cosas; la falsa idea de que nada puede cambiar con nuestro insignificante esfuerzo cotidiano. 


¿Eres de izquierdas? Si pudiera responder anacrónicamente a esa pregunta diría que sí. Pero, la realidad que me toca vivir se enfrenta diariamente a ese concepto tan desfigurado. Aquí en España, l@s socialistas moderados a los que voté, ya no son lo que arengaban. Sus discursos no se corresponden con su proceder: este, más bien, se adecúa al programa de un pseudo-centro-derecha liberal y populista, que está dando al traste con todas y cada una de las conquistas que el pueblo ha ido alcanzando desde casi la Revolución Francesa. 




A expensas de nuestra confianza y nuestra responsabilidad en el cumplimiento de las obligaciones propias de un Estado de derecho, nuestr@s afamad@s líderes progresistas están ofreciendo a saldo, a los poderes económicos, nuestros impuestos, nuestra salud física y mental, nuestras apuestas de futuro, el bienestar de las próximas generaciones y los recursos naturales; con el único fin de apaciguar el voraz apetito del dios mercado-finanzas-monetarismo. 

Los últimos “arreglos” efectuados: rescate de los bancos, reforma del sistema laboral, retraso de la jubilación, retirada de las ayudas a desemplead@s crónic@s, reconversión de las cajas de ahorro, etc. (seguro que proseguirán con más), son cualquier cosa menos beneficiosas para l@s ciudadan@s y para la consecución de un modo de vida honesto y sostenible. 

¿Cuál debería ser nuestra reacción ante la mendacidad de los polític@s? 

Leía un artículo de Luis García Montero, donde sugiere la posibilidad de valorar lo que está pasando de una manera más flexible. Aceptar que a pesar de la involución patente de los derechos sociales, un gobierno más de derechas que el que tenemos, impondría recortes más rigurosos. 

El menor de los males… Es lo que nos queda por ahora; conformismo. "Virgencita que me quede como estoy". No sé, yo me siento más frustrado que celebrante. Mi adhesión a la política es meramente de usuario, pero tengo capacidad crítica, y no valoro positivamente lo que está pasando: Creo que, sin demagogia, el ejemplo del África mediterránea es una especie de premonición. Las soluciones a medias que están adoptando nuestr@s representantes polític@s y sindicales sólo sirven para que las cosas sigan como están.

Todo es un negocio. Mantenerse en el poder, por descontado: Los partidos políticos se venden para conservar los privilegios de su puesto de trabajo; los sindicatos también (y no es cuestión sólo de sueldos, sino de permanencia y de rentas vitalicias). El populismo que se gastan es asqueante. Los de derechas prometen revoluciones sociales y la izquierda juega al dominó con los reaccionarios, mientras se granjean el beneplácito de los financieros y embaucan a los trabajador@s con promesas de bienestar social (ellos son los "progres"). En definitiva, están consiguiendo que el individualismo imperante se acucie, y que el interés y, sobretodo, la esperanza en el verdadero cambio social, se apaguen. El delirio burgués que nos han vendido conforma cada día más íntimamente nuestra realidad: «Mientras podamos consumir que hagan lo que quieran, yo estoy aquí calentit@». 

Tirar la toalla y optar por una vida ausente de preocupaciones. Dedicarse exclusivamente a los tuyos y obviar lo que pasa fuera de nuestro escueto entorno. Son alternativas entendibles; pero a la larga todo lo que afecta a los demás revierte, positiva o negativamente , en nuestras vidas particulares. 

La cuerda del aguante tiene una capacidad de estiramiento relativo, y por mucho que miremos para otro lado, el progreso del empobrecimiento social nos acabará engullendo a tod@s los humildes. Sólo hay que mirar a l@s verdaderamente desafortunad@s… 

¿Cuántas vueltas de tuerca hacen falta para que los occidentales despertemos, nos unamos, y quitemos de en medio a los criminales que nos sojuzgan desde los poderes políticos y económicos?


1 comentario:

CARLOS MARTINEZ dijo...

Es obvio, Javier, que tú, como muchos otr@s no pueden dedicarse a lo suyo, todo les/nos concierne.

UN ABRAZO.

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